viernes, 25 de marzo de 2011

SOPA DE RANA

¡Cómo cambian los tiempos!  Casi no nos dimos cuenta, cómo, imperceptiblemente, nos fueron arrebatando los valores y los principios en nuestra sociedad.  Todo es tan diferente a como era ayer, en la familia, en la crianza de los hijos, en las relaciones conyugales.  Todo ha sido transformado por esta vorágine que nos consumió, disfrazada de progresismo, modernismo, etc.  Fue tan velada la transformación, tan paulatina, que no nos dió tiempo a reaccionar; cuando quisimos hacerlo, ya teníamos todo un conjunto de normas jurídicas avalando el caos.  Resultó todo muy parecido a un experimento que hicieron los estudiantes de la Universidad de Cornell, en los Estados Unidos, en la década de los 70'. Ellos pusieron una rana dentro de una olla con agua fría, pero fueron calentando paulatinamente el agua hasta hacerla hervir.  El resultado fue que la rana no reaccionó hasta cuando fue demasiado tarde, cuando ya estaba media cocida.  Y pareciera ser que otros estudiantes, de alguna de las universidades del infierno, decidieron hacer lo mismo con esta sociedad, quizás por esa razón es que no reaccionamos frente a todo lo malo que acontece; y alguna vez que intentamos dar un pataleo acusando el agua hirviendo, nos damos cuenta que es demasiado tarde, que nos cocieron a fuego lento.  Claro que los que creemos en un Dios vivo, que nos dio testimonio a través de su Hijo Jesús, ya sabíamos que esto acontecería.  Jesús lo dijo a sus contemporáneos, identificando este tipo de sociedad precisamente como una de las señales antes del fin: "...y por haberse multiplicado tanto la maldad de los hombres, hasta los escogidos serán engañados, de tal manera que el amor de muchos se enfriará...".  No nos extrañemos que hasta en la iglesia suframos los estragos de esta rana medio cocida, pues también está conformada por hombres sujetos a pasiones y corrupciones.  La cuestión es que no nos atrape a los que queremos ver que el reino de Dios se establezca, que no nos sirva de excusa barata a la hora de los compromisos y las lealtades, sino que, por el contrario, el ver cómo la sociedad se desvía detrás de falsos ídolos, sea el motivo por el cual levantemos las banderas del Señor.  El apóstol Pablo dice que no nos cansemos de hacer el bien, y hacer el bien indica una acción, no solamente dejar de hacer el mal.  Alguien tiene que decir "Basta", y la iglesia fue puesta en la tierra precisamente para no dejarse corromper, para no dejarse inundar por las tinieblas.  Jesús lo deja muy claro diciendo de ella que sería la sal y la luz del mundo, y que debería ponerse en lo alto para que alumbrara, y no sumida debajo de la mesa para que no cumpla su objetivo.  Cuando la sal pierde su sabor sólo sirve para ser pisoteada por los hombres.  Hagamos un pacto, todos los que de verdad queremos ser hombres semejantes al Señor: pactemos que nada ni nadie usurpará el reino de Dios, que no dejaremos que las banderas del reino sean arriadas, y que haremos brillar la luz de Cristo, para la Gloria de Dios.

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