martes, 22 de marzo de 2011

NOS QUEDAMOS SIN HEROES

Hace unos veinte años atrás, en Italia, se realizó una encuesta entre los hombres jóvenes, preguntándoles acerca de los modelos a imitar en la sociedad.  Entre el cuarto y el segundo lugar de las preferencias, los jóvenes varones señalaron  a actores de cine, ídolos de la música, jugadores de fútbol y, al señalar el primer lugar, léalo bien, eligieron a miembros de la mafia italiana.  ¿Está usted leyendo bien esto?  Los jóvenes italianos, en un momento de la vida de esa sociedad, admiran, más que nada, a miembros de la mafia.  Fíjese que entre sus preferencias no había ningún miembro de la religión - ni el Papa fue nombrado-, ni tampoco ningún político.  Esto nos habla acerca de la carencia de íconos sociales, de la no existencia de un liderazgo que pudiera entusiasmar a los jóvenes para hacer las cosas buenas.  Ellos nombraron  figuras del deporte y del espectáculo, pero no admiraban a predicadores ni gente que dirijía las naciones.  ¿Por qué? Porque en ese momento  no veían ningún ejemplo digno de imitar.  Usted podrá pensar que eso fue hace veinte años, ¿pero que pasa hoy?  ¿Han cambiado las cosas? Si miramos a los jóvenes de cualquier nación del mundo, vemos exactamente lo mismo.  En Chile ha sido tan notorio el desinterés de los jóvenes por participar en cualquier elección política, que ha llevado a algunos congresistas a presentar proyectos de ley donde la inscripción en los cantones electorales sea automática, de tal manera que, por el sólo hecho de cumplir la mayoría de edad, se active la inscripción transformándolo en un potencial elector.  Y al consultar las causas de esta apatía, las respuestas no se dejan esperar: ven la política y ven corrupción por todas partes, incoherencia en el gobierno de turno y en la oposición de turno.  Tampoco admiran a los predicadores, ellos ven a los televangelistas como pirañas ansiosas de éxito, fama y dinero. Y, al igual que sus símiles en Italia de hace veinte años, siguen admirando a figuras del espectáculo y de la mafia, sin importar si son corruptas porque, a la hora de la verdad, estas personalidades no desean ser redentores de nada, ni están predicando ninguna moral ni ética, son desvergonzadamente honestas para decir que son gay o que engañan a sus mujeres.  Ese no es el tema con ellos.  Y todo esto nos lleva a la dolorosa conclusión que nuestra sociedad se ha quedado sin héroes, esos héroes de antaño que derrochaban amor por la verdad y la justicia, que corrían a salvar a la heroína de la torre del castillo del malo.  Hoy nuestros héroes son afeminados, cambian parejas cada cierto tiempo, todo lo consiguen con brujería, y en los ámbitos de la iglesia, ya no tenemos a los Pablos que nos decían que los imitáramos así como ellos imitaban al Señor, sino que nos tenemos que conformar con seguir pregonando el cliché :"mire a Cristo, hermano, no me mire a mí...".  (¿No ve que yo me puedo caer, jejejeje?).

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