lunes, 22 de octubre de 2012

EL NOMBRE DE DIOS EN VANO

¿Cuándo se habla y se canta de Jesús de manera vana? Seguramente en los días de Navidad. Muchos ponen en sus labios el nombre de Jesús por tradición, para vender más cosas, o para atiborrarse de comida y bebida. Todo ello sin pensar en el significado de su nombre.
El tercer mandamiento trata de la forma en que hablamos de Dios. Su transgresión se ha convertido en un pecado capital de nuestra sociedad moderna. El significado del mandamiento depende en parte de la frase “tomar en vano”. Viene de una raíz que significa malgastar e implica la idea de algo vacío de sentido.
La palabra se encuentra en el Sal. 2:4, “el que no adora a ídolos ni hace juramentos falsos” donde ídolos es la traducción de la misma palabra (vacío, malgastado) y la palabra falsos traduce el término para engaño y fraude.
El nombre
En realidad, el significado del tercer mandamiento depende principalmente de la palabra nombre. El uso del nombre nos recuerda el encuentro de Moisés con Dios en el desierto cuando contempló la zarza que ardía y no se consumía.
Seguramente Moisés había visto más de una vez una zarza ardiendo, pero nunca había contemplado una zarza que ardía y no se consumía. Dios le habló encomendándole la misión de liberar a su pueblo de la esclavitud. Pero él necesitaba saber el nombre personal que tenía el Dios del que había de ser su portavoz.
Dios le respondió con las palabras Yo soy el que soy que corresponde a cuatro consonantes en hebreo: YHWH (Yod, He, Wau, He) que convenientemente vocalizada se lee Yahweh. Es el nombre especial que los hebreos utilizan para describir a Dios y solamente ellos.
Así como Baal era un título de una deidad usado en diversas culturas, ninguna otra tribu o nación utilizó jamás el nombre Yahweh para describir un dios de otra clase, era el nombre exclusivo para Israel y de ahí su suma importancia. Con este nombre se quiere referir al Dios eterno e inmutable que tiene existencia propia sin necesitar que nadie le añada nada.
El nombre expresa la naturaleza de Dios.
La referencia al nombre en este mandamiento no es un apelativo simple de Dios. Se trata de todo un compendio de su naturaleza santa. Era una palabra tan sagrada para los judíos que prefirieron no pronunciarla y en su lugar leían Adonai (Señor).
El nombre Yahweh era también la descripción del Dios que hizo un pacto con su pueblo. Les recordaba el hecho de ser un pueblo elegido con el que Dios había entrado en una relación especial con él.
El nombre no era nuevo.
Los patriarcas ya lo conocían (Gn. 12:8, 13:18, 15:2), pero es dudoso que comprendieran el significado absoluto y quizás los israelitas lo habían perdido en su larga estancia en Egipto.
El tercer mandamiento no trata simplemente del mal uso de una palabra de cuatro letras, sino del abuso de lo que este nombre significa. Tomar su nombre en vano es pisotear su pacto por el que ofrece salvación y despreciar su naturaleza santa.
Por tanto, se puede quebrantar este mandamiento sin siquiera mencionar su nombre, como hicieron los escribas y fariseos cuando atribuyeron a Jesús el echar fuera los demonios por Beelzebú (Mr. 3:20-30).

Tomar en vano
¿Cómo podemos tomar el nombre de nuestro Dios en vano? Cada vez que malgastamos su nombre o que carece de sentido, es una palabra vacía para el que la pronuncia.
Veamos cuatro situaciones en que esto ocurre:
§  Cuando la convertimos en una palabra común. Muchos blasfeman el nombre de Dios utilizando las palabras “Cristo” y “Jesús”. Otros son un poco más considerados y utilizan el “¡Dios mío!” o “¡Santo Dios!” como una costumbre social. Aunque utilicemos el nombre de Dios como una exclamación espontánea, nunca es algo inocente, porque reduce la naturaleza de un Dios santo y soberano a un nivel vulgar. Los cristianos no estamos libres de este pecado, porque aún sin blasfemar su nombre o hacer exclamaciones, podemos usarlo de manera banal. Hoy en día muchos tienen la costumbre de decir “¡qué Dios te bendiga!” como aquel que dice “buenos días” sin pensar en el significado de estas palabras. Otros tienen la costumbre de emplear el término “Señor” muy abundantemente sin fijarse en lo que dicen, porque da un halo de espiritualidad. Incluso, hay muchos que lo usan cuando oran en lugar de hacer una pausa, lo que en un escrito sería una coma. Además se hacen referencias veladas a Dios o explícitas con dichos como “esto está divino”, “divinamente”, “¡válgame Dios!”. Un análisis cuidadoso de estas expresiones es fundamental si no queremos transgredir el tercer mandamiento.
§  Cuando se utiliza en la falsa adoración o de manera irreflexiva.  Muchas veces estamos adorando al Señor y cantamos sobre sus perfecciones con magníficas palabras y nuestro corazón está muy lejos del Señor. Cantamos sobre el compromiso cristiano y no estamos dispuestos a que cambie nada en nuestra vida. Hacemos promesas a Dios que luego no guardamos. Alguien ha dicho que los cristianos no dicen mentiras; ¡las cantan en sus reuniones! Esto también es quebrantar el tercer mandamiento
§  Cuando se utiliza para apoyar una mentira.  Hoy en día está de moda en algunos círculos decir que tal persona ha recibido una “profecía” de parte de Dios, cuando en realidad se trata de una intuición propia. Si alguien pretende haber recibido una revelación directa de Dios, cuando Dios no ha hablado, está quebrantando el tercer mandamiento (Dt. 13:1-3).
§  Cuando se utiliza en los juramentos falsos. Los judíos, para evitar jurar por el nombre de Dios, juraban por el templo, por el pacto o por la vida. El Señor no prohíbe el juramento, pero sí quebrantarlo. Por eso nuestro hablar deber ser sí, sí y no, no.
Conclusión: ¿Cómo utilizar el nombre de Dios? Como en todos los mandamientos hay un aspecto positivo, debemos usarlo para el propósito por el cual está establecido: ser bendición que se confiesa:
·         Recordemos que el nombre de Cristo nos abre las puertas de la salvación cuando confesamos con la boca que es el Señor de nuestras vidas y, creemos de corazón que él verdaderamente resucitó para darnos vida eterna. 
·         También lo invocamos en nuestras oraciones
·         Cuando oramos por los enfermos
·         Cuando expulsamos demonios
·         Cuando alabamos de corazón y el dulce nombre de Jesús invade nuestro ser de amor y paz.