jueves, 14 de abril de 2011

LOS HOMBRES NO LLORAN

Una de las peores cosas que se hace con los hijos varones, en esta sociedad tan machista donde nos han criado, es enseñarles a que jamás se equivocan, y que no demuestren sus sentimientos, porque ambas cosas son señales de debilidad, y los hombres, como buen sexo fuerte, no deben mostrar ninguna señal que les haga perder puntos en la vida.  Entonces, frases como "mantenga hasta la muerte su punto de vista", "los hombres no lloran", "no digas todo lo que sientes", "juegue como hombre, a las luchas y cosas violentas", etc., son el camino por el cual ese varón transitará toda la vida, dejando heridos por doquier y siendo incapaz de reconocer que se equivocó y que él tuvo la culpa en tal o cual cosa.  Conozco el caso de varones, quienes comprendiendo perfectamente que con una sola frase de sus labios, tal como "lo siento", o un abrazo cariñoso, habrían arreglado sus hogares, su relación con los hijos, o habrían mejorado sustancialmente las relaciones en ese lugar de trabajo, dejaron que todo se desmoronara por ese mal entendido orgullo de ser HOMBRES.  Pero en Cristo aprendemos que ser hombres también implica decir "lo siento, me equivoqué, ¿cómo puedo remediar esta situacion?", y que expresar estas palabras, lejos de quitarnos la hombría, más bien nos fortalece como personas, como padres, como esposos, como seres humanos.  Hay tres frasecitas que aprendí, sumadas a una actitud, que me han servido para vivir con excelencia de relaciones con quienes he tratado en la vida:  La primera es LO SIENTO, y dicha con honestidad, ofreciendo las disculpas por esto o aquello, pone paños fríos a cualquier situación que amenazaba con desbordarse.  La segunda es ME EQUIVOQUË, y muestra que somos personas falibles y, por ende, perfectibles, corregibles (lo peor en la vida es ser un incorregible), que no sabemos todas las cosas, ni pretendemos saberlas tampoco.  Y la tercera frase es ¿CÖMO PUEDO REMEDIARLO? y muestra sencillamente que somos parte de la solución y no del problema en la vida. Súmele la actitud de ofrecer un abrazo sincero, un beso en la mejilla, y se dará cuenta que nunca será un perdedor de su honra; por el contrario, quienes reciban esto estarán agradecidos de ser parte de su entorno, por su honestidad, disposición y, por sobre todo, porque se habrán encontrado con un ser lleno de dignidad.  Y si alguno se burla de cómo usted procede, déjelo tranquilo, está frente a uno que necesita aprender a ser un verdadero hombre hombre.

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