miércoles, 6 de abril de 2011

DINAMITA QUE TRANSFORMA

Una de las cosas más impresionantes del Evangelio es la fuerza de provocar un cambio total en la persona.  Cuando el apóstol Pablo se refiere a estas buenas noticias lo califica como "Poder de Dios", y la palabra griega que utiliza es "Dynamis", la misma que sirve de base a la palabra Dinamita.  En nuestra vida, con toda seguridad, habremos tenido la oportunidad de conocer y experimentar la fuerza de muchos poderes.  Un electricista nos hablaría del poder enorme que genera una termoeléctrica.  Un abogado nos hablaría del poder de la Ley, que puede llevar en algunos casos a encerrar a alguien en una cárcel por toda la vida o, el otros casos, a la pena capital de alguien.  Un médico nos podría hablar de la microcirujía con el rayo láser, el cual provoca una microscópica explosión en un punto determinado del organismo, sanando a una persona de cálculos renales o biliares, o devolviéndole a alguien afectado a la vista, la visión total como un niño.  Conozco a dos varones guatemaltecos, quienes trabajan en la construcción de un observatorio en el desierto de Atacama, al norte de Chile, cuyos lentes tienen el poder de acercar las estrellas y descubrir otros mundos.  También conozco a un tipo que con un simple fósforo casi destruyó todos los bosques de la zona central. 
En fin, cada uno en sus oficios o profesiones podría mencionar el poder con el cual se ha familiarizado, y al cual ha aprendido a respetar. Pero fíjese que ninguno de los poderes mencionados, aún en toda su potencialidad, puede transformar la vida de alguien como lo hace el Evangelio.  Pablo, en sus propias palabras dice "no me avergüenzo del Evangelio porque es poder de Dios..."  Y él lo ha comprobado con su propia vida, de tal forma que, siendo un enemigo del Evangelio, perseguidor de la Iglesia, un fariseo de tomo y lomo, se transforma en el más grande defensor y testigo de Jesús, llegando a ser en la historia de la iglesia, el más grande exponente de la verdad, olvidando todo lo que era y abandonando todo lo que poseía, bienes, éxito, fama, nombre, celebridad.  En su testimonio lo expone de esta manera "...pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo...mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol para ganar a Cristo y ser hallado en él..."  En simples palabras, la grandeza de lo recibido hacía que las cosas gloriosas de hombre fueran para él como estiércol (en buen chileno: caca).  Ruego a mi Dios que los hombres que componemos la iglesia lleguemos a esta estatura, de tal manera que todas esas cosas que perseguimos toda la vida: fama, dinero, felicidad, éxito laboral, reconocimiento, etc., puedan ser tocadas por esta dinamita de Dios que transforma todo el oropel humano en simple caca.

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