La pornografía consiste en la práctica inapropiada del sexo,
su raíz es el término porneia, que describe las relaciones sexuales anormales y
el uso indebido de los órganos genitales (sexo con animales, sexo anal, sexo con impúberes, masturbación,
sexo oral, sexo con muertos, sexo con excremento, etc). En general describe la práctica del sexo que
ofende a los principios de Dios. Los
apóstoles nos enseñan que el acto sexual (koite) sea sin mancilla, sin
deshonra, en una relación legítima. La
pornografía aprueba cada una de las cosas que pueda imaginar el ser humano para
obtener placer, pero sólo basada en sus instintos primarios, soslayando
absolutamente la decencia, la moral y las buenas costumbres.
La Biblia no menciona específicamente todas estas prácticas
modernas que se ven hoy, especialmente por internet. Pero sí manda “que la
fornicación y la inmundicia de toda clase, o la avidez, ni siquiera se
mencionen entre ustedes, tal como es propio de personas santas; tampoco
comportamiento vergonzoso, ni habla necia, ni bromear obsceno, cosas que no son
decorosas” (Efesios 5:3, 4). Cualquier forma de pornografía fomenta una visión
distorsionada del sexo y empuja a las personas a tener vivencias sexuales con
alguien que no es su cónyuge. En vez de ayudar a controlar los deseos sexuales,
estas prácticas promueven la idea egoísta de que lo único importante es
complacerse a uno mismo.
Les abrazo en Cristo.
Pastor Rubén Rodriguez
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