sábado, 10 de noviembre de 2012

CORDERO Y LEON

Si hiciéramos una encuesta preguntando acerca de que es un hombre, creo que tendríamos cientos de respuestas, tales como: "ser hombre es vestirse como hombre", "ser hombre es ser rudo", "ser hombre es tener sexo con muchas mujeres" o, como escuchaba cuando era un niño "ser hombre es no llorar", o como señalaban nuestras abuelas "el hombre debe ser feo, hediondo y peludo", o como señalan hoy los opinólogos en la telebasura de los matinales, que el prototipo del hombre es el metrosexual.  Me llama la atención que Pilatos, al mostrar a Jesús públicamente, después de ser azotado, haga la siguiente presentación: "Ecce Homo" (Juan 19:5).  Ecce Homo significa en latín "Este es el hombre", declaración que, no me cabe la menor duda, es inspirada por el Padre para dejar establecido que Jesús es el prototipo del hombre verdadero, que alguien que se precie de tal deberá ser un imitador de las conductas de este modelo.  En el griego la frase es "Idou Ho Anthropos", término que habla del ser que deja de ser un primate elemental y se yergue, se para, aprende a mirar hacia arriba.  Sin lugar a dudas que Jesús nos enseña a mirar hacia arriba, erguidos, con nobleza y dignidad, más allá de los azotes que te da la vida y las espinas que puedan ser puestas en nuestro existir.  Un maravilloso ejemplo de esta hombría lo encontramos en el Nuevo Testamento, en la escena en la cual Jesús está frente a la tumba de su amigo Lázaro, y llora.  Me lo imagino diciendo, mientas las lágrimas se deslizan por sus mejillas, "Padre, yo se que tú siempre me escuchas, y esta muerte es para que tú seas glorificado".  Sigo viéndolo en el Espíritu, secándose el rostro, dirigiendo su mirada hacia la tumba, y ordenando, con un vozarrón que heló la sangre de los que lo rodeaban "Lázaro, ve aquí afuera".  El tenía una identidad clara, así que no tenía ningún problema en llorar delante de cualquiera y, al minuto, estar encima de la muerte y de las tinieblas.  Tierno y fuerte.  Cordero y león.  He aquí el Hombre. Entonces, ser un verdadero hombre no tiene que ver con las respuestas cliché, ni el feo hediondo y peludo, ni el metrosexual que aparece en las portadas de las revistas de moda, sino que, más allá de eso, el anthropos será tierno sin dejar su masculinidad, podrá estar perfumado sin dejar de ser varonil, amoroso y comprensivo sin perder su fuerza, asertivo y empático sin que pierda sus convicciones.  Podrá llorar en el entierro de sus amigos, sin perder su dignidad.  Cumplirá sus promesas y defenderá su palabra empeñada.  Podrá ser un fanático de la selección de su país y emocionarse con las victorias de su equipo, pero jamás dejará de cumplir con sus deberes como hijo de Dios. Y entonces, por donde vaya, triunfante o saliendo de una quiebra, victorioso o derrotado, sano o enfermo, los que lo vean dirán: Ecce Homo,  Idou Ho Anthropos. Ese que va ahí es un verdadero hombre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario